Apuntes mientras duermo
El arte latinoamericano, hoy en día, se caracteriza por presentar propuestas curatoriales con una poética alejadas de "nacionalismos" para ir insertándose en la "universalización". Novedosos son los horizontes que se van retratando en el Nuevo Mundo, cada artista es capaz de dejar su huella más allá de las fronteras vitales de su propia existencia y, presentan modos auténticos que por su originalidad estética alcanzan la condición de paradigma en las prácticas visuales contemporáneas. Asimismo, estamos conviviendo con las nuevas modas y procesos culturales en las que prima el arte conceptual, lo performático, la instalación, entre otras.
En medio de estos nuevos lenguajes sigue destacando la pintura que, para sorpresas de muchos, sigue por bueno camino. En esta ocasión revisamos las anotaciones pictóricas de la artista Martha Vargas en su más reciente exposición Un Nuevo Amanecer, en la que podemos ir vislumbrando como sus telas y esculturas provocan nuevas sensaciones y nos permite reflexionar sobre las nuevas estéticas formales y conceptuales a las que se enfrenta ambas manifestaciones en la actualidad.
Martha Vargas, que pertenece a la generación de los años noventa, construye en cada pieza pequeños universos ambiguos, fascinantes, de apariencia lúdica y de un espíritu cercano a la irrealidad. Ante cada obra presente en la exhibición el espectador logrará conectar con cada elemento de la composición y, puede que nos llame la atención como Martha inserta personajes o fragmentos de algunas obras conocidas de la Historia del Arte. Eso sí, deténgase frente a los cuadros y descubra a que artistas hace referencia nuestra creadora.
Su ser interior se exterioriza con cada obra, son representaciones -únicas y con un sello personal- que se acercan o son simulaciones escenográficas de inspiración metafísica; son construcciones donde sus personajes se hallan solo consigo mismo. Por ello, se puede afirmar que, Vargas coloca a juicio del público nuevos significantes, tanto en términos estéticos y formales. Y, ello, me recuerda una conversación que tuve en la que me dijeron que "para que una obra de arte sea inmortal, debe salirse completamente de los límites del ser humano y debe aproximarse al mundo de los sueños". Martha Vargas sueña y, en grande. Cada pieza refleja el momento en el que estamos viviendo, son acto purificadores de nuestra realidad más cercana.
Sus representaciones, digamos que teatrales u oníricas, elimina toda posibilidad de ubicar al espectador en un momento determinado de la realidad. Pasado y presente, realidad y ficción se entremezclan entre sí para dar paso a múltiples lecturas. Son el nacimiento de visiones enterradas en las profundidades del subconsciente de la artista, es un largo y coherente discurso disfrazado de ironías, metáforas, parodia y simpatías.
Su producción se puede catalogar como un extenso libro en el que observamos imágenes que se funden y enlazan una poética personal, enérgica, arriesgada y, sobre todo cargada de una sinceridad que recuerda que el arte es expresión única y que las emociones y la irracionalidad están ineludiblemente unidas.
Daniel G. Alfonso
Crítico de Arte y Curador